Sé que estás ahí… mi corazón ha conseguido verte…nunca, ni en mis sueños este par de ojos que hoy a ti se presentan, te vislumbraron tan hermoso…tan especial, tan tú…el arrebol de mis mejillas, obliga a mi pequeño rostro a enmudecer…y un tímido calorcito se va tejiendo en mi vientre…mi sonrisa inquieta quiere ser descubierta por esos ojitos de madera, esos ojitos que tan sólo brillan para mí.
Siempre creí, no ser capaz de reconocerte…cuando se recorre un largo camino con el sol por compañero la sombra se ansía y cualquier árbol parece ser el perfecto…pero el tiempo me ha enseñado que eras tú mi tan preciado árbol…tan fuerte como para compartir tus congojas, tan dulce como para perdonar mis torpezas, tan sabio como para dar luz en medio de mis conflictos, eres más que el compañero de mi eterna esperanza.
Quien diría que esta anaranjada tarde el sonido de un llanto es nuestra inmensa alegría, la melodía viaja al son del viento y su eco estremece nuestro pecho…las vidas, los sueños, los miedos bailan junto a aquella esplendorosa melodía… unos temerosos ojos negros, reconocen el amor y callan su desenfrenado canto…nada me hace más feliz que compartir este trocito de vida contigo…mis labios reciben a los tuyos con temblorosa dicha y tus manos desdibujan las lágrimas de mi rostro, las palabras huyen sin ser extrañadas, el lenguaje de los ojos y las caricias es suficiente para los dos.
Si pudiera describir nuestro regalo…mis colores y tu forma, tu dulzura y mi impaciencia…tan frágil son sus manitos que fuertemente se aferran a mi pecho…como siempre caen las hojas y las horas se deshacen, pero esta vez hay vida en mi regazo.